28 febrero, 2008

¡Soy mamá!


No he conocido mujer que haya aguantado un embarazo tan largo como el mío. La barriga y el corazón corrían peligro de muerte si no me disponía a traer al mundo a mis pequeñas criaturas, las palabras. Estas benditas palabras que se me agolpan en el pecho taponando la salida. Y me engordan y me engordan hasta perder mis formas. Hoy me miré al espejo y caí en la cuenta de que por la cintura corrían leyendas escritas en cursiva y que en mi cabeza, todo el cabello se había convertido en una suerte de versos entrelazados que daban al conjunto cierto aire de medusa flotante. Bajo el jersey descubrí que tenía el vientre hinchado, y cuando me acerqué más para observar, pude ver que por el ombligo se deslizaban los cuentos de las Mil y una noches danzando al son de una flauta hechicera. No cabía en mi propio asombro. Pero sabía que me iba a ocurrir. Todo el mundo me lo decía, y yo no quería hacer caso. El espectáculo dantesco de esta mañana frente al espejo me hizo caminar, despacio, empujada por mis duendes, hasta aquí. Me pusieron unos calcetines y el calefactor cerca porque no puedo escribir si tengo frío. También se encargaron de proporcionarme el ambiente adecuado; luz tenue y buena música. Ya me encargaré un dia, no muy lejos de enseñárosla. Y bien, sentada en el suelo con las piernas abiertas y un lápiz en la mano, me dispuse a dar a luz a mis sentimientos. "Cuidado con enamorarte, que si te descuidas, te crece la barriga" me decían de pequeña, y cuánta razón llevaban. Hace tiempo comprobé que había perdido la cintura, y mis caderas se habían redondeado para formar una cuna. Ahora, que conozco mi cuerpo y el porqué de esta transformación, seguiría engordando hasta convertirme en una bolita si es por amor. El parto de la escritura, mejor en casa. La madre necesita estar a solas en este trance. Debe lograr transcribir el huracán de colorines que ahora vive en su cuerpo hasta plasmarlo en un papel. Conozco mujeres que tardaron en dar a luz años... Por suerte, mi parto está siendo realmente rápido y delicioso. Sólo me ha bastado recordar los buenos momentos que alimentaron el embarazo, esa placenta que fué formandose poco a poco hasta convertirse en un ser vivo dando vida a uno nuevo y compartido. Y así, lentamente, voy obteniendo el resultado, voy pariendo palabras, voy volviendo a la escritura... Creo que su papá estará orgulloso. Y su tía. Y su (hada) madrina.

¿Hijo único? No, gracias... Tendrá hermanos, lo prometo.

15 febrero, 2008

Vieja al fin

Beber sola ya no me reconforta. Hace tiempo que dejó de ser así. Delirios de un futuro, un tal vez en agonía que exhalaba su adiós a unos ojos suspicaces de avaricia. ¿En qué momento te perdí? O más bien: ¿En qué momento estuviste aquí? Ya no lo sé o tal vez lo olvido para hacerme creer que ocurrió y que se ha ido, por culpa del error que no fue de los dos, sino solo mío, o tal vez solo tuyo. No sé. El caso es que dijiste adiós y me quedé con esa palabra bebiendo hasta hoy y con una foto tuya mirándonos desde el altillo. Mi alma la guardé en el bolsillo para no rendir cuentas a lo debido. Mi dolor se fue con un suspiro. Mi destino lo pagué con cada gota de mi cuerpo y ya nada me hará volver a ser lo que antes creo que fui. Te veía a lo lejos partir, y no dije nada. Te miraba furtivamente esperando contestación, y no escuché palabra. Tendí mi mano al aire para encontrar la tuya y solo el viento me arrulló los dedos cuando quedaron fríos. Y sin más, sin canto, sin mariposas rojas, sin olor a verde recién cortado, sin satén azul, te vi girar firmemente la cabeza y fue así, al final, como definitivamente te perdí.