Letras a mi Padre
Hoy no es un día triste para mí, tan solo lo empecé con mal pie, con una mala sensación de desidia en mi corazón. Será que la incertidumbre no le sienta bien al alma. A la mía por lo menos. Me levanté y respiré, como todos los días. No le suelo prestar importancia a lo que la tiene y sí a lo que en apariencia es insignificante. Así que miré más las sensaciones que los acontecimientos y me siento orgullosa de decir que hoy he tenido la mejor de todas, o por lo menos, la más esperada.
Hoy he leído a mi padre. Parece tonto, absurdo e incluso imposible. No se puede leer a la gente, al menos no con palabras y menos a miles de kilómetros. Es solo que, en menos de un minuto, leí algo que él escribió y me sentí conectada a él. Unidos. Tan parecidos… Que emociona y duele. Y lloro. Soy feliz. Él es mi Padre.
De verdad que lo que escribió no es para tanto, al menos para el resto del mundo que nada conocen de él. Pero para mí… Para mí es una caja de Pandora abierta escasas veces y siempre de maneras distintas. Que estamos unidos y que nos queremos, eso es sabido en una relación sanguínea. El alma es otra historia. Me gusta escribir. En realidad me encanta. Los infinitos derroteros de la palabra escrita son para mí como tesoros a los que no sé si tengo alcance, pero que seguro moriré por intentar agarrarlos un instante. O verlos de lejos. Aún así, que me pille trabajando. La literatura me ha conquistado… Y me ha emocionado ver, por escrito y de manera simple y profunda a la vez, que siente como yo, que vive como yo y pienso igual que él. ¡Os juro que da miedo! Verme tan parecida y tan distinta. Me he sentido embriaga por el placer de saber que siempre aprenderé algo nuevo de él, de su sabiduría, experiencia y vejez. Me gusta pensar que él también aprende un poco de mí, aunque sea demasiado cascarrabias para aceptarlo. El corazón siente en todas las edades y él mío siente a una escala que no me cabe. Debo aprender a catalizar. Todo es cuestión de dosis, eso siempre lo dice mi padre…
Le quiero. Nunca se lo digo lo suficiente. Creo que siempre es más fácil admitírselo a otros que decírselo a quién lo provoca. Ese es mi caso. Me cuesta decir lo que para mí es obvio. Y por lo que veo, nos cuesta un poco a todos… Aprenderé con los años, como él lo ha hecho, porque lo he leído en su carta. Cometeré errores y aprenderé a afrontarlos y superarlos, para no mirar atrás ni retroceder para coger impulso. Él quiere que yo sea libre y fuerte. Y no sabe que fue su libertad la que me hizo libre a mí. Y sus debilidades las que me hacen fuerte. Se lo diré algún día. O que lo lea cuando me sienta con arrugas suficientes para mostrárselo. Mientras tanto, tan solo quiero volver a ser esa niña con mofletes y mil sonrisas, que idolatra a su padre.
Papá: sin ti nunca hubiese sido lo que soy. Y por ti, seré lo que siempre has querido ver en mí. Tu orgullo por mí me hace avanzar. Espero que sepas que mi amor y agradecimiento hacia ti, no es algo que se pueda pagar. Gracias. Sigue creciendo, yo lo haré también a tu lado. Te quiero.
Hoy he leído a mi padre. Parece tonto, absurdo e incluso imposible. No se puede leer a la gente, al menos no con palabras y menos a miles de kilómetros. Es solo que, en menos de un minuto, leí algo que él escribió y me sentí conectada a él. Unidos. Tan parecidos… Que emociona y duele. Y lloro. Soy feliz. Él es mi Padre.
De verdad que lo que escribió no es para tanto, al menos para el resto del mundo que nada conocen de él. Pero para mí… Para mí es una caja de Pandora abierta escasas veces y siempre de maneras distintas. Que estamos unidos y que nos queremos, eso es sabido en una relación sanguínea. El alma es otra historia. Me gusta escribir. En realidad me encanta. Los infinitos derroteros de la palabra escrita son para mí como tesoros a los que no sé si tengo alcance, pero que seguro moriré por intentar agarrarlos un instante. O verlos de lejos. Aún así, que me pille trabajando. La literatura me ha conquistado… Y me ha emocionado ver, por escrito y de manera simple y profunda a la vez, que siente como yo, que vive como yo y pienso igual que él. ¡Os juro que da miedo! Verme tan parecida y tan distinta. Me he sentido embriaga por el placer de saber que siempre aprenderé algo nuevo de él, de su sabiduría, experiencia y vejez. Me gusta pensar que él también aprende un poco de mí, aunque sea demasiado cascarrabias para aceptarlo. El corazón siente en todas las edades y él mío siente a una escala que no me cabe. Debo aprender a catalizar. Todo es cuestión de dosis, eso siempre lo dice mi padre…
Le quiero. Nunca se lo digo lo suficiente. Creo que siempre es más fácil admitírselo a otros que decírselo a quién lo provoca. Ese es mi caso. Me cuesta decir lo que para mí es obvio. Y por lo que veo, nos cuesta un poco a todos… Aprenderé con los años, como él lo ha hecho, porque lo he leído en su carta. Cometeré errores y aprenderé a afrontarlos y superarlos, para no mirar atrás ni retroceder para coger impulso. Él quiere que yo sea libre y fuerte. Y no sabe que fue su libertad la que me hizo libre a mí. Y sus debilidades las que me hacen fuerte. Se lo diré algún día. O que lo lea cuando me sienta con arrugas suficientes para mostrárselo. Mientras tanto, tan solo quiero volver a ser esa niña con mofletes y mil sonrisas, que idolatra a su padre.
Papá: sin ti nunca hubiese sido lo que soy. Y por ti, seré lo que siempre has querido ver en mí. Tu orgullo por mí me hace avanzar. Espero que sepas que mi amor y agradecimiento hacia ti, no es algo que se pueda pagar. Gracias. Sigue creciendo, yo lo haré también a tu lado. Te quiero.