29 mayo, 2006

Abuela regalada, abuela para siempre



Una vez tuve una abuela que no era mía. Me llegó por sorpresa, me fue adjudicada como el resto de la familia. No era mía, de veras, pero eso me lo tuvieron que explicar después. La conocí tan pequeña que ya olvidé su primer recuerdo.
Era abuela de mis primos, pero éstos vivían lejos. Aun así, los visitábamos con frecuencia, y una vez allí, con ellos, ir a verla a su casa era costumbre y obligación... Y diez mocosos dando la lata no son cualquier cosa. No recuerdo distinción con ninguno de nosotros, primos o hermanos; me enseñaron a llamarla abuela, y así se quedó: abuela regalada y abuela para siempre.
Son muy pocos los recuerdos que la pueden dibujar hoy en mi mente, pero los que guardo, están bajo llave.
...Su nombre. Tenía un nombre imposible. Si la introdujéramos como los recortables en un cuento de fantasía, encajaría a la perfección. Pero era tal la inercia al llamarla que ha sido hasta hace muy poco que me sorprendió escucharlo de boca de alguien cercano. Se llamaba Espíritu Santo, pero para todos era “la abuela Espiri”. Resulta hasta cómico, pero os puedo asegurar que el nombre le venía cómodo. De hecho, parece que se lo pusieron con conocimiento de causa. Peculiar, asombroso y cálido como ella... ¿Conocéis alguna persona más en el mundo que se llame así? Como decía, un nombre imposible.
...Era ciega, o eso recuerdo. Ciega con la intuición inequívoca que tienen esos seres. Ciega, e inexplicablemente conocedora del mundo que le rodeaba y de otros mundos no conocidos. Su casa estaba llena de flores y de relojes que le daban cierto aire a melancolía de otros tiempos. Azulejos de colores en la pared y portarretratos encima de una mesa camilla con un brasero que quemaba las piernas. Y ella... la recuerdo moviéndose con la soltura de quien no se pierde en un laberinto creado por sus propias manos, moviéndose ágilmente por los pasillos. Merienda de galletas, canciones de su infancia y juegos de patio... Asi pasaban las horas.
...Y el olor de su casa... ¿Quién no recuerda el olor de la casa de sus abuelos? Desde la calle, de puntillas y con la nariz metida entre los barrotes de la ventana de su habitación llamándola a voces para que me abriera la puerta , y la primera sensación era esa ráfaga de olor a ropa doblada, guardada... Olor a casa antigua de techos altos, a cortinas echadas en las largas siestas de verano, a vestidos de mandiles negros y moños de cabello blanco, siempre perfectos. Olor a su presencia, a su espacio, al alcance de sus manos en cualquier caricia mimosa...
Así era ella, o al menos así la recuerdo... Quizá me la inventé, quién sabe... Digamos que así quiero guardarla en la memoria, haciendo honor a su nombre; mitad realidad, mitad fantasía.

26 mayo, 2006

No me voy


Cierra los ojos y piensa en lo que te voy a decir. Tan alto y tan claro como la verdad. Concéntrate y no sientas nada más que mis palabras. Solo mi voz. Mi susurro… Óyeme… No me marcharé. ¿Me escuchas bien?. No me marcharé… He entrado en tu vida y tú en la mía. Aquí me quedaré. En ti. Contigo. A tu lado. Siempre. Y ahora abre los ojos y mírame. Fijamente. Ni parpadees. Siénteme. Estoy muy cerca de ti. Huéleme. Lee mis labios: No me marcharé. No me marcharé… No pienso dejarte. Coge mi mano y no la sueltes. Saboréame. Sigo aquí. Gimiendo. Toca mi cara. Bésame… No pienso marcharme…

16 mayo, 2006

El vuelo de Noa (3º capítulo)

Conociendo a mi padre, es de suponer que eso fue lo que buscó durante los cinco meses siguientes de embarazo: descanso. Por ello, se recorrió la ciudad entera durante una semana para encontrar el método más adecuado. Y lo encontró: el yoga. Mi madre recuerda la cara con la que se acercó a ella una tarde, cuando estaba en el parque mirando a los niños jugar. Le vio cargado de papeles y una sonrisa de oreja a oreja, acercándose, y sintió pánico. ¿Qué nueva genialidad se le habrá ocurrido?. ¿Y si corro me alcanzará?. Demasiado tarde. Se sentó a su lado y con paciencia le explicó uno a uno y con detalle, todos los beneficios de esta práctica milenaria. Mi madre, como habréis supuesto ya, se rió a carcajadas de él y lo tomó a broma. Pero no se achantó y siguió explicando, o mas bien convenciéndola, de que era lo que mejor venía para este nuevo estado de gracia para ambos. Ahí fue cuando mi madre se asustó de verdad…

Describir a mi padre con un adjetivo exacto, sería algo exagerado, pero en este caso se acerca mucho a la visión que tengo del gran Eloy: Tenaz. Cuando se convencía de algo verdaderamente, no importaba el tiempo que tardara ni los métodos que utilizara, siempre dentro de lo cívico claro, para conseguirlo. Así fue como logró salir con mi madre, a base de enviarle a casa, cada día, una bolsa de magdalenas con chocolate. La conocía de vista y se atrevió a preguntarle a su mejor amiga, compañera de física de mi padre en la universidad, qué era lo que más le gustaba. Y decidió conquistarla a su manera. Al principio a mi madre el gesto le encantaba, le parecía tierno pero no apto aceptar invitación de un desconocido, aunque se le llenaba el cuerpo de felicidad y orgullo. Pero luego, a pesar de que ese dulce era lo que más le gustaba, el orgullo se convirtió primero en desánimo, pasando por agobio hasta llegar a la ira total después de 39 bolsas de magdalenas. Eso y que había engordado 7 kilos por su maniática convicción de no tirar la comida. Así que le llamó y aceptó. Santas magdalenas…

(Continuará...)

15 mayo, 2006

Lo que queda...


Al menos yo… ¿No?. Al menos queda algo… Aunque sea una ínfima parte del todo, de aquello que fue y ahora se ha marchado en busca de mundos distintos, de ansias y angustias perdidas y necesidad de sutiles percepciones inalcanzables… Lo cumplido por lo vivido. Arrullo mi alma entre brazos con llagas para que se duerma y no sienta… Calmo mi sed de agua con veneno de recuerdos que asfixia mi boca para que no pueda expresar mi incertidumbre ante lo vulgar de mi estado. Que triste. Ni siquiera podría describirme. Fui futuro y sin apenas sentir que era presente, ahora me miro al espejo siendo un intangible pasado… Oruga que se convierte en mariposa para luego morir. Me llamaban Sueño. Y ahora soy Recuerdo… ¿Me dejarás verte?. Aunque no sé si quiero. Al menos queda algo… ¿No?. Yo. Al menos, piensa en mí de vez en cuando…

07 mayo, 2006

Mi guitarra y vos


Un tesoro más encontrado en el fondo del mar. Si navegara sola, nunca hubiese llegado a este batiscafo. Conocerlo ha sido un placer, y qué menos que seguir compartiendo esta belleza con vosotros. Linda poesía y preciosa canción. Disfrutadla.

¡Que viva la ciencia!,
¡que viva la poesía!,
¡qué viva siento mi lengua
cuando tu lengua está sobre la lengua mía!.
El agua está en el barro,
el barro en el ladrillo,
el ladrillo está en la pared,
y en la pared tu fotografía.
Es cierto que no hay arte sin emoción,
y que no hay precisión sin artesanía,
como tampoco hay guitarras sin tecnología.
Tecnología del nylon para las primas,
tecnología del metal para el clavijero.
La prensa, la gubia y el barniz,
las herramientas del carpintero.
El cantautor y su computadora,
el pastor y su afeitadora,
el despertador que ya está anunciando la aurora,
y en el telescopio se demora la última estrella.
La máquina la hace el hombre…
y es lo que el hombre hace con ella.
El arado, la rueda, el molino,
la mesa en que apoyo el vaso de vino
las curvas de la montaña rusa
la semicorchea y hasta la semifusa.
El té, los ordenadores y los espejos,
los lentes para ver de cerca y de lejos.
La cucha del perro, la mantequilla,
la yerba, el mate y la bombilla.
Estás conmigo...
estamos cantando a la sombra de nuestra parra
una canción que dice que uno sólo conserva lo que no amarra.
Y sin tenerte, te tengo a vos y tengo a mi guitarra.
Hay tantas cosas, yo sólo preciso dos:
mi guitarra y vos,
mi guitarra y vos.
Hay cines , hay trenes , hay cacerolas,
hay fórmulas hasta para describir la espiral de una caracola.
Hay más: hay tráfico, créditos, cláusulas, salas vip.
Hay cápsulas hipnóticas y tomografías computarizadas,
hay condiciones para la constitución de una sociedad limitada,
hay biberones y hay obuses, hay tabúes, hay besos,
hay hambre y hay sobrepeso.
Hay curas de sueño y tisanas,
hay drogas de diseño
y perros adictos a las drogas en las aduanas.
Hay manos capaces de fabricar herramientas
con las que se hacen máquinas para hacer ordenadores
que a su vez diseñan máquinas
que hacen herramientas para que las use la mano.
Hay escritas infinitas palabras :
zen... gol... bang... rap... Dios... fin.
Hay tantas cosas, yo sólo preciso dos:
mi guitarra y vos,
mi guitarra y vos...

Jorge Drexler

03 mayo, 2006

El vuelo de Noa (2ª capitulo)

Mi padre asegura que en cuanto le miró a los ojos algo notó y ni tan siquiera le preguntó las cosas típicas en estos casos, como: dónde has estado, me tenías preocupado, qué ha pasado… Él la observó cerrar la puerta tras de sí, acarrear con las botellas hasta la mesa y desplomarse en uno de los sofás del salón. Gesto que imitó intuyendo que algo fuera de lo habitual en la vida de mi madre, era signo de que una calamidad se acercaba. Y se quedó mirándola entre las bolsas y cuando alcanzó a verle un ojo, ella le soltó de golpe y súper rápido:

-Eloy, estoy embarazada. Y de cuatro meses, lo que significa que vamos a ser padres. Y le he estado dando vueltas al asunto y he llegado a la conclusión de que es niña. No me pregunte por qué lo sé. Simplemente intuyo que es así. Y me parece triste que no hayamos pensado nunca en nombres para nuestros hijos, lo cual me parece lógico porque nunca habíamos hablado sobre el echo de tenerlos. Así que he decido que tenemos que pensar en uno y como tú eres un hortera con los nombres y yo una exigente y maniática, nunca nos pondremos de acuerdo. Propongo que lo decidamos a base de chupitos…

En serio. ¿Cuál sería la reacción ante ésto?. Sin duda después de tales numeritos, puedo asegurar que mi madre es única. Y a mi padre la salida que le quedó fue reírse, levantarse muy contento del sofá y besar a mi madre diciéndole: lo que tú digas. Porque pensó que con un hijo de por medio, lo demás no era importante…

Acto seguido, mi padre sacó dos vasos de chupito y mi madre las botellas, poniéndolas en fila una tras otra en la mesa. Se sirvieron el primero de ron y cada vez que terminaban de beber, decían a voz en grito un nombre, los dos a la vez, prometiendo no parar hasta que coincidieran los dos en uno solo. Quedó bien claro que en esto de preferencia de nombres no estaban muy sintonizados, pues fueron necesarias una botella de ron, una de vodka y una y media de wisky para llegar a la unanimidad de mi nombre. Eso sí, muchas risas entre medio, muchos nombres horribles, algunos absurdos y otros no tanto y, como no, una resaca de espanto, para que a punto del coma etílico los dos dijeran a la vez: NOA. Después se escuchó un ¡Hurraaaaa! y se abrazaron como pudieron. Y también como pudieron lo escribieron en un papel y se fueron a dormir la mona hasta al día siguiente. Menos mal que es sábado, pensó mi madre antes de tirarse en la cama encima de mi padre…

Así es, lo único exótico de mí, es mi nombre. Pero este relato le quitó toda la magia, ¿verdad?. Viene del hebreo y significa “descanso”.

(Continuará...)

02 mayo, 2006

Balanceo


Cuéntame. Dime por qué no me advertiste que esto podía pasar. Simplemente me dijiste que sintiera el viento en mi cara, acariciándome. Me dijiste que volara a través de todas las inclemencias que pudieran impedirlo. Subir y bajar, notar que estoy ahí, balanceándome, mirando a través de todo y de mí. Agarrarme fuerte para no caer, pero soltarme de vez en cuado para sentir mucho más… Arriesgarme. Y así lo hice.

Dime. Por qué me preguntaste qué me parecía. Notar las caricias etéreas, de mundos distintos y del mío propio. Brisa de mundos lejanos. Aire con olor a sabio, con certeza de haber vivido, con energía diferente. Con sopor de río que cala hasta los huesos, penetra en el alma y hace que te sientas atrapado sin saber por qué de algo desconocido… Y me haces respirar. Y yo me dejo llevar... Pero no me dijiste que al subir muy alto, podría dar la vuelta y caer asustada. No me dijiste que esa sensación te invade y te cubre y se ve el mundo diferente… Y no me dijiste que me sentiría vacía, al parar mi columpio... tan solo un instante...